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Sofía Hernández. Testimonio #20


Mi nombre es Sofía Hernández Pérez, tengo 22 años, nací el 20 de noviembre de 1996 en la ciudad de San Luis Potosí. Mi familia está formada por seis integrantes: mis padres, mis tres hermanos y yo. Son dos hombres y somos dos mujeres, de las cuales, yo soy la más pequeña.

Si pudiéramos llamarlo así, soy “cristiana de cuna”, cristiana de 4ta generación. La palabra de Dios y Su salvación alcanzaron a mis bisabuelos paternos y, de ahí, de generación a generación. Por Su gran misericordia, pudo llegar Su palabra y Su preciosa salvación a mi vida; fui salva a la edad de siete años, recuerdo perfectamente ese día en que tuve mi encuentro personal con Dios; mi pastor, Luis Ramos, compartió conmigo ese precioso regalo y, días después, el me bautizo en mi iglesia.

Hasta este último párrafo, pudiera parecer que mi vida ha sido perfecta, sin embargo, no ha sido así, como mencioné anteriormente, soy la más pequeña de la familia y aunque tuve el privilegio de tener una familia grande, tristemente, fue una familia que se deshizo por completo; al igual que tú, yo pensaba que mi vida era perfecta y que no faltaba absolutamente nada, sin embargo, cuando comencé a crecer, a poder razonar y a pensar en la situación, me di cuenta de la realidad. Si me preguntaras qué recuerdo tengo después de mis 8 años, sin titubear te contestaría… gritos, pleitos, peleas, insultos, golpes, cosas volando por la casa, hoyos en puertas, mesas, etc.

Sin duda, éramos una familia perfectamente preparada para fingir, preparada para bajar a la iglesia con una perfecta sonrisa, aparentando que todo marchaba bien, sin embargo, en el momento en el que subíamos nuevamente al auto, salíamos de esa burbuja llena de falsedad, volvían los gritos, los insultos, las peleas, etc.

Durante mis primeros ocho años de edad pensaba que los finales felices existían y siempre me caractericé por ser una niña espontánea, llena de felicidad, entusiasmo, esperanza y fe, sin embargo, conforme fui creciendo y me fui dando cuenta de cada una de estas situaciones mi ánimo mi fe y mi esperanza comenzaron a menguar, para mí no había regalo más grande que mi familia. Podía no haber tenido nada, pero teniéndolos a ellos, yo me sentía pavoreal.

Sin duda alguna, esto no sólo me estaba afectando a mí, también estaba afectando a cada uno de mis hermanos quienes manejaron su dolor a su manera y, hasta la fecha, hay muchas cosas que no comprendo aún, una de ellas es ¿por qué a mí todo esto me afectaba mucho más?

Todo esto me fue afectando más de lo que yo creí, abrí puertas al diablo y dejé que él entrara en su territorio preferido: la mente.

Cuando cumplí 10 años caí en un trastorno alimenticio (anorexia), créeme que aún muchas veces me pregunto ¿cómo fue que llegué tan lejos? La respuesta es simple, la batalla la quise pelear yo.

Le perdí sentido a mi vida, veía pelear a mis padres todo el tiempo, todo el tiempo era lo mismo, problemas, gritos, peleas, etc. Tomaron consejería día y noche, semanas, meses, años y sabes algo? Las cosas nunca mejoraron, al contrario siempre iban empeorando!

Personalmente, tomé un rencor enorme hacia mi padre, ya que yo no lograba entender ¡cómo el siendo el líder permitía que la familia, mi familia, se estuviera desmoronando frente a sus ojos y no hiciera nada al respecto! Mi rencor fue tan grande, que la venganza que quise tomar fue matar a su propia hija. No tienes idea alguna de con cuántos doctores, psicólogos, nutriólogos, psiquíatras me atendí y nunca mejoraba, al contrario, empeoraba, la simple razón era que yo ya no quería vivir, yo ya me había cansado de todo, mis héroes me habían fallado ¿qué más sentido encontraría en el vivir?

A los 13 años mis padres me dijeron que me llevarían a un chequeo a una clínica en Mazatlán, claramente yo no quería ir, sin embargo, estaba mi mamá, mi mamá quien fue huérfana desde muy pequeña y a quien veía sufriendo en ese momento y, aun siendo yo la más pequeña de la casa, tomé un papel que no me correspondía y me creía la mamá de todos, así que mi intercambio de ir a la clínica por esas dos semanas fue para que mi papá saliera de la casa y dejara a mi mamá tranquila, eso fue algo que yo jamás debí hacer, sin embargo, yo no encontraba, en mi desesperación, una manera para ayudar. Así que, me fui a la clínica pensando que me iba por dos semanas como mis padres me lo habían dicho, llegué a una clínica llena de gente drogadicta, alcohólica, gente con bulimia, anorexia, trastornos limites, ludópatas, etc. Yo era la más pequeña de todos, sin embargo, me sentía una heroína ya que estaba haciéndolo por mi mamá. Después de más tratamientos, chequeos, análisis, etc., se cumplieron las dos semanas, aún recuerdo perfectamente como preparé mis maletas y me dispuse a bajar para esperar a que fueran por mí. Al bajar todas las escaleras y tener mis maletas listas recibí una noticia: “Sofía, tus papás ya no encontraban la manera de ayudarte y te dejaron aquí por 6 meses” ¡WOW! Me sentí profundamente rota y engañada, tenía sólo 13 años y mis papás, mis héroes me habían abandonado. Suspiré, lloré, grité, tomé mis maletas y volví a subir. Durante mi estancia no tenía comunicación con nadie en el exterior, nunca podía salir de esa clínica, ni siquiera mi Biblia me dejaban tener, me internaron el 29 de septiembre del 2009 -si haces cuentas me tocó pasar ahí mi cumpleaños, navidad y año nuevo.

Al término de mi tratamiento, pudieran todos pensar que estaba bien, porque mi peso era el correcto, pero todos se equivocaban, mi mente, mi alma y mi espíritu no estaban bien. Regresé a San Luis Potosí y recibí la noticia de que, nuevamente, mis padres estaban juntos pero, a los pocos meses, volvió a ser lo mismo hasta el día que mi papá tomó sus cosas y se fue por completo de casa, yo volví a recaer, ingresé a una secundaria diferente donde los dos años que estuve ahí sufrí de “bullying” y terminaba, cada recreo, comiendo encerrada en el baño, cada mañana que mi mamá iba a despertarme me encerraba en el cuarto porque no quería ir a la escuela, nuevamente, no supe cómo manejar mis emociones y volví a darle entrada al diablo, solamente que esta vez fue diferente, esta vez comencé por literalmente “tragarme” todas mis emociones y caí en bulimia.

Toda mi primaria tuve calificaciones de excelencia, pero en esta época, salí con 5 extraordinarios por los cuales no me dieron la beca que todos mis hermanos recibieron en el Tec de Monterrey, y ¿sabes dónde terminé? estudiando la prepa en mi amada iglesia, y ahí fue donde mi vida dio un cambio total, todos estos años estuvo Dios en mi vida ya que nunca dudé de mi salvación, pero fui yo quien le abrí las puertas al diablo, fui yo quien le permitió entrar y hacer de mi vida lo que él quisiera, muchas veces me pregunté el por qué. Y fue en esos años donde Dios me respondió con mi versículo preferido. JUAN 13:7 “LO QUE YO HAGO TU NO LO COMPRENDES AHORA, MAS LO COMPRENDERAS DESPUES.”

En mi preparatoria, Dios cambió mi vida, me mostró que Él tenía un propósito con todo ese dolor que un día pasé, Dios restauró mi relación con mis padres y aun conmigo misma, durante todos estos años que han pasado créeme han venido aún muchas más pruebas que me tardaría muchas más hojas en escribirlas y la única diferencia en estas pruebas ha sido que quien las ha peleado ha sido Dios y no yo, actualmente terminé mi tercer año estudiando Administración de Empresas en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el semestre pasado me dieron el premio de excelencia académica de toda la facultad. ¿Sabes cuál es la diferencia entre 5 extraordinarios a un reconocimiento de tal magnitud? Únicamente el poder de Dios.

El día de hoy te comparto algo que he logrado entender a lo largo de mis veintidós años de vida: Dios lo es todo y Él lo puede todo, nada de lo que hagas para este mundo te lo vas a llevar, te formó con un propósito, un propósito que, si quieres cumplir, muy probablemente viene acompañado de un proceso de profundo dolor, tristeza, quebranto y separación, pero nunca olvides que todo lo vale ya que Él es digno y Él es nuestro principal ejemplo , Él lo dejó todo y sufrió como ninguno de nosotros nunca siquiera imaginaremos, la única diferencia es que Él no lo merecía, nosotros sí.

Lo más precioso de Su sacrificio es que fue por ti y por mí, dio su vida por ti y por mí, así que te pregunto: ¿no crees tú que Él es digno de que demos nuestra vida por Él?

Yo logré entender esto por completo hace un año, fue cuando rendí mi vida a Él y comencé a estudiar en el Colegio Bíblico Bautista de SLP. Por esa misma razón, a un año de terminar mi carrera, me encuentro dejando la universidad para rendir mi vida de tiempo completo a Dios.

He entendido que, si he pasado por el divorcio de mis padres, la anorexia, bulimia, ansiedad, depresión, soledad, enfermedad, bullying, etc., ha sido por un propósito, y ese propósito, para mi vida, no es el tener una buena carrera, tener éxito personal, hacer dinero, o tener fama. El propósito es ayudar a mucha más gente que está pasando o pasará por estas situaciones. Muchas veces, mi oración era, “Dios si tienes que pasarme aún más por el fuego, si tengo que ir más abajo del valle, sólo para poder ayudar a más gente, hazlo.” No fueron los doctores, no fue la medicina, no fue la ciencia, fue DIOS.

Y, así como lo ha hecho conmigo, lo puede hacer contigo, porque, te recuerdo, “que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.” 1 Corintios 27-29

NO SE TRATA DE QUIEN ERES TU, SE TRATA DE QUIEN ES DIOS EN TI.

Dios les bendiga. Con amor: Sofía Hernández Pérez.


TRANSFORMADAS 2019

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