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Hna. Cecy Arriaga. Testimonio #19

  • Cecy Arriaga
  • 20 jun 2019
  • 3 Min. de lectura

Hola queridas hermanas, mi nombre es Cecilia Montserrat Arriaga López, tengo 25 años, nací el 2 de julio de 1993 en Monterrey, Nuevo León. Mis papás son Efraín Arriaga y Alma López. Soy la mayor de 4 hijas, mis hermanas son: Marisol, Valeria y Ana Sofia. Estoy felizmente casada con Joel Sánchez y tenemos dos hermosos hijos llamados Joel Jr. de tres años y Ezra Abraham de un año y medio.

Estudié en la Universidad Autónoma de Nuevo León, la carrera de Contador Público; ejercí mi carrera cuando trabajé, primero, en el negocio que mi papá tiene y, después, trabajé seis meses en un banco muy conocido en Monterrey. Mientras estudiaba mi carrera, tuve la oportunidad de estudiar en el Instituto Bautista “Betesda” el cual es parte de mi iglesia.

Cuando era niña, creí ser salva, pero no fue hasta que estaba haciendo el curso de Discipulado I, que me di cuenta que si moría en ese momento, no iba a ir a pasar una eternidad con nuestro Dios, entonces, al finalizar la clase, hablé con mi pastor y aclaré las dudas; entonces, acepté a Cristo como mi Salvador, ese día era un 31 de mayo del 2010. Mi oración para con Dios, en cuanto a mi futuro esposo, siempre fue un poco detallista, yo Le decía a Dios, casi con señas, cómo quería que fuera ese hombre para mí, pero, lo principal, siempre fue que ese hombre amara al Señor más que a nadie y que quisiera servirLe siempre. Yo le decía que me habría de gustar ser esposa de misionero o pastor. A mi esposo lo conozco desde que éramos niños, pero nunca había pasado nada más allá de ser hermanos en Cristo. Un día, después de estar en el instituto, yo me dirigía hacia mi casa, mi esposo se acercó a mi carro y me dijo “sólo te quiero decir que estás muy bonita” (aún recuerdo el momento exacto cuando me lo dijo) y sólo le di las gracias y me fui. Después de eso, empezamos a orar y también a conocernos mejor. Primeramente, fuimos amigos y, después, pidió permiso a mis papás para que nos dejarán ser novios. Mi esposo, en ese entonces, estaba a un año de graduarse del instituto, pero ya había rendido su vida a Dios, él quería ser misionero. Cada día que lo conocía más y más, me daba cuenta de que era mi oración contestada. En el 2014, en un viaje misionero que hicimos los jóvenes de mi Iglesia, Dios me llamó a servirLe de tiempo completo. ¡En noviembre, de ese mismo año, nos casamos!

Mi esposo empezó a visitar iglesias un año antes de casarnos, entonces, a partir del momento en que nos unimos en matrimonio, también me uní a su viaje por las iglesias para presentar nuestro ministerio. Él tiene un llamado muy especial por las personas de Japón, desde años atrás había estudiado el idioma japonés y en el 2016 hicimos nuestro viaje de reconocimiento, estuvimos cinco semanas en el norte de Japón, y pudimos visitar varias iglesias de hermanos americanos que ya tenían tiempo ahí. Durante la temporada de la diputación, tratamos de obtener la visa religiosa, tres veces, para entrar al país, pero las tres veces nos la negaron. No sabíamos qué hacer pues nuestro corazón estaba en Japón, pero sabíamos que Dios, en ese momento, tenía otra cosa preparada para nosotros.

En esos días, un hermano en Tailandia nos dijo que estaba la puesta abierta para trabajar con ellos, estuvimos orando y, tanto como nosotros y nuestro pastor, sentimos paz para empezar a servir a Dios en ese país.

El 4 de marzo de este año llegamos a Chiang Mai, Tailandia. Fue difícil dejar a toda la familia atrás, sientes que una parte muy grande de tu corazón se queda con ellos, pero solamente Dios es Quien te da una paz que no puedes explicar, pero sabes que es por estar en el centro de Su voluntad. Por la Gracia de Dios, ya se han cumplido tres meses de haber llegado aquí; meses donde hemos conocido a muchas personas y, algunas de ellas, vienen de Japón. Actualmente estamos estudiando el idioma tailandés y nuestros hijos han podido convivir con niños y con sus maestras en la guardería (tal vez ellos aprenderán más rápido que nosotros). Hasta el momento ha sido una vida llena de bendiciones y misericordia de parte de nuestro Buen Dios. Él no nos ha soltado y nos sostiene de Su mano cada día de nuestra vida. Ha sido maravilloso ver como el Señor ha abierto las puertas para que lleguemos a este maravilloso país donde están necesitados de Su palabra. Sólo Le pedimos que nunca nos deje de usar.

Dios les bendiga.


 
 
 

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