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Hna. Tete Alvarez. Testimonio #13

  • Teté Alvarez
  • 16 nov 2018
  • 4 Min. de lectura

Mi nombre es María Esther Ocampo de Alvarez. Soy esposa del hermano Juan Alvarez.

Nos casamos hace casi 27 años, el 21 de diciembre de 1991. El Señor nos bendijo con tres preciosos hijos, dos de los cuales ya están casados: Arturo, tiene 26 años, se casó hace un par de meses con Diana y viven en los Estados Unidos. Raquel, de 24, está casada con Daniel Richardson y tienen una preciosa niña de 1 año, Daniela, y están esperando a su segunda hija. Ellos son misioneros en las islas Galápagos. Andrea, de 23 años, está sirviendo al Señor junto a nosotros aquí en el País Vasco.

Comencé a ir a la iglesia cristiana cuando tenía 16 años. Para entonces, mi madre y mi hermana menor ya llevaban asistiendo más de un año, habían sido salvas y se habían bautizado, pero yo seguía yendo con mi padre y mis otros hermanos a la iglesia católica. Cuando tenía 15 años, mi madre me presentó el plan de salvación por primera vez. Lo entendí, yo ya creía todo lo que ella me explicó, pues ya había escuchado todo eso en la iglesia católica y en la escuela de monjas a la que asistía en ese tiempo, así que no era nada nuevo para mí. Cuando mi madre me preguntó si quería recibir a Cristo como mi Salvador, yo dije que sí y repetí una oración con ella. Pero, como eran cosas que ya sabía (en mi mente), la idea de “recibir a Cristo” no fue más que una cosa más que añadir a la lista. Repetí la oración, pero sin ninguna convicción ni arrepentimiento ni fe. Solo aprendí que si mi mamá me preguntaba si había “recibido a Cristo”, yo debía decir que sí. Cuando tenía 16 años, mi hermana mayor se convirtió y vi un cambio enorme en su vida, así que, cuando me invitó a ir con ella a la iglesia bautista Monte Abarim, en Cuernavaca, acepté la invitación. ¡Me gustó mucho!

Me gustó la predicación y el ambiente y la amabilidad de la gente. Durante el mensaje, entendí que yo necesitaba ser perdonada por mis pecados. La siguiente semana, durante la invitación, yo levanté mi mano porque quería ser salva, pero cuando pasé al frente, se acercó a mí una hermana muy amable que me preguntó si yo ya había “recibido a Cristo” y, según yo, eso era lo que había hecho un año antes con mi madre, asi que le dije que sí. Ella llenó una tarjeta con mis datos e hice una “profesión de fe”, pero no me explicó nada más.

Unos meses más tarde, tuve algunos problemas y pensé que las cosas me iban mal porque no me había bautizado. Así que un día dije que quería ser bautizada y, como ya había hecho una “profesión de fe pública”, no me preguntaron ni me explicaron nada más, solo me bautizaron. Después de eso, comencé a salir cada semana con la iglesia a ganar almas; fue hasta entonces que entendí realmente lo que es el evangelio. Después de varios meses saliendo a ganar almas y escuchando el plan de salvación fue que entendí en realidad mi condición y el gran amor de Dios para mí. Así que una tarde, después de haber entendido las buenas nuevas del evangelio, estando yo sola, le pedí perdón al Señor por mis pecados y le pedí al Señor que me salvara. Como estaba yo sola y no le dije a nadie inmediatamente lo que había hecho, tuve muchas dudas de mi salvación por mucho tiempo, pues me preguntaba si lo había hecho bien, si debía haber estado con alguien más, si dije las palabras correctas, etc. Hasta que por fin hablé con mi pastor y le conté todo lo que había pasado y cómo había recibido a Cristo como mi Salvador meses después de haber sido “bautizada”. Él me explicó entonces que el bautismo es un testimonio posterior a la salvación y que ahora debía ser bautizada correctamente. Me bauticé cuando tenía 17 años, poco más de un años después de haber comenzado a asistir a la iglesia.

Inmediatamente después de mi salvación, rendí mi vida para servir al Señor y comencé a partcipar en todas las actividades que había en la iglesia y en la escuela dominical. Poco tiempo después de eso conocí a mi marido. Él fue salvo el primer día que asistió a la iglesia e inmediatamente rindió su vida para servir al Señor. Nos conocimos en la iglesia y comenzamos a servir al Señor allí mismo. Nos hicimos novios un par de años después de conocernos y fue entonces que el Señor lo llamó para ser misionero en España. Nos casamos en diciembre de 1991 y llegamos a España en abril de 1996. Fuimos enviados al campo misionero por la iglesia bautista Monte Abarim de Cuernavaca, de la que fuimos miembros hasta el año pasado. Después de pedir consejo a nuestro pastor, el hermano Alejandro Ramírez, y de haber recibido una invitación del pastor Luis Ramos para colaborar con él en un nuevo ministerio, el Señor nos guió a cambiar nuestra membresía a la iglesia bautista bíblica de San Luis Potosí, de la que somos miembros desde el años pasado. Actualmente servimos al Señor en la iglesia bautista Esperanza Viva en el País Vasco de España, donde hemos estado desde 1997.

El Señor me ha dado la oportunidad de participar en diferentes ministerios de nuestra iglesia: enseñando a las mujeres y señoritas, discipulando, dando consejería, etc., así como en el campamento Aierdi, un lugar que el Señor nos dio en las montañas del País Vasco.

Consejo:

Lo mejor que puedes hacer durante tu juventud es:

1) tomar el tiempo de conocer al Señor,

2) rendir completamente tu vida para servirlo, para vivir para Él y para someterte a Él con todo tu corazón,

3) y aprender a encontrar toda tu satisfacción y gozo solamente en Él.

Sería casi imposible hablar de un solo versículo, pero mi versículo de este año es: Romanos 15:13

“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”.

¡Que el Señor les bendiga!


 
 
 

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