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Fanny Crosby. Biografía #3

  • Laura Bobadilla
  • 10 may 2018
  • 3 Min. de lectura

Frances Jane Crosby nació en 1820 y perdió su vista desde pequeña. Mientras la mayoría de las familias se sentirían devastadas por tan abrumadora discapacidad, la familia de Fanny vio la pérdida como un acto de providencia divina. Su madre, Mercy Crosby, le enseñó, “a veces la Providencia priva a las personas de alguna facultad física para que el entendimiento espiritual pueda ser despertado a plenitud.” La familia conocía a Dios como su “fuente de verdadero placer y creían que todo cuanto poseían escaso o abundante provenía de la mano de Dios.”

La abuela de Fanny la retó a luchar por su educación. Pasó incontables horas leyéndole a la joven Fanny largas porciones de literatura, poesía, y con más frecuencia, la Biblia. Mientras Fanny escuchaba, memorizaba capítulos enteros y largas porciones de los escritos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Desde niña pudo aprender de memoria los primeros cinco libros de la Biblia, en su totalidad.

A los quince años, sus oraciones para recibir educación formal fueron contestadas cuando fue admitida en el Instituto para Ciegos, en Nueva York. Y fue ahí, en la ciudad de Nueva York, donde se le abriría todo un abanico de oportunidades.

Fanny avanzó bajo la instrucción de la aclamada institución. Fue una alumna modelo y se le concedieron incontables oportunidades para destacarse en su floreciente don como poeta. Como la composición de versos se le daba con naturalidad, escribía estrofas como parte de su diario personal, o como regalos o cartas para amigos, para sus clases, asambleas en la capilla de la escuela, y para los grandes eventos públicos y celebraciones del Instituto.

Rápidamente se ganó una buena reputación entre los empleados y muchas celebridades que iban a visitar la famosa escuela, generándole invitaciones a escribir y hablar en lugares de aún más prestigio. Tuvo el honor de ser la primera mujer en dirigirse al Congreso de los Estados Unidos y también fue invitada a cenar varias veces en la Casa Blanca. Durante su vida se codeó y formó amistad con alrededor de veinte Presidentes de los Estados Unidos de América.

Debido a su prolífica habilidad de escribir poesía y versos, fue presentada y privilegiada al trabajar con algunos compositores de gran influencia. Cada uno notó su asombrosa habilidad para escuchar una melodía y rápidamente crear la letra que combinara armoniosamente con los tonos. Fue a través de estas relaciones claves y de forjar amistades, que Fanny encontró una casa con muchos publicistas de himnos y una vasta audiencia para sus poemas llenos de fe. En el transcurso de su vida compuso más de 8,000 himnos, de los cuales muchos fueron publicados bajo seudónimos. Los himnos de Fanny han superado la prueba del tiempo y hasta el día de hoy son ampliamente conocidos, amados y cantados en las iglesias.

Los himnos de Fanny crecieron en popularidad debido a que eran relatados. Su fe era simple, honesta y proclamaban gozosamente el Evangelio. Sus palabras de consuelo conectaban profundamente con quienes los cantaban porque ella escribía sobre su experiencia de vida desde una reconfortante perspectiva bíblica. Los temas acerca de la salvación fueron en los que Fanny más se centraba y de los que más frecuentemente escribió, también sobre la devoción personal, el servicio a Dios, y el cielo. Canciones como “A Salvo en los brazos de Jesús” tocaba a quienes estaban en aflicción porque ella pudo ponerle palabras al dolor personal que ella y su esposo experimentaron cuando su bebé murió, mientras ofrecía esperanza para seguir mirando al cielo. Sus palabras trajeron consuelo a una audiencia incontable.

El éxito y popularidad de Fanny como escritora y compositora nunca le impidió vivir una vida que reflejara las creencias de las que tan frecuentemente escribía. Le encantaba servir como voluntaria en refugios para personas sin hogar alrededor de la ciudad de Nueva York, servir al menesteroso, orar por los perdidos, y enseñar clase de escuela dominical. Durante el brote de cólera, ella arriesgó su propia vida para ocuparse de los enfermos y moribundos quedándose al pie de su cama. Ella se deleitaba en mostrar a otros el amor y compasión que Dios le había mostrado a ella.

Frances Jane Crosby posó su pluma el 12 de febrero de 1915, y entró en la presencia del Rey, a la avanzada edad de 95 años.


 
 
 

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