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Lolis Durcik. Testimonio #5

  • Lolis Durcik
  • 7 mar 2018
  • 10 Min. de lectura

¡Hola! Deseo, con todo mi corazón, que estés teniendo un bonito día, por la gracia de Dios. Te recomiendo que te pongas cómoda porque, aunque he tratado de resumir y omitir tantos detalles, lo mejor que he podido, al final, creo que salió largo esto que leerás a continuación y espero sea de bendición. De antemano, gracias por tu tiempo.

Permíteme presentarme, por favor: Yo soy mejor conocida como "Lolis" o "Lolita", pero mi nombre es Dolores Durcik. Tengo 45 años, soy la mayor de 3 hermanos, Mexicana por nacimiento, naturalizada Americana y mi eterna ciudadanía está en el Cielo desde el 20 de Noviembre de 1999 y, esto último, es únicamente posible por la sublime gracia de mi único y suficiente Señor y Salvador personal: Jesucristo.

Tengo 18 años casada con un hombre Checoslovaco-Venezolano-Americano, pero esa es otra historia y, bueno, él es, indudablemente, un maravilloso regalo de Dios para mi, totalmente inmerecido, de nombre Darío y, juntos, tenemos dos hijas preciosas: Dariana y Erika.

Nací y crecí en una familia católica, muy agradable, linda, unida, feliz, de muy altos principios cívicos y morales pues mis papás son profesores de primaria y educación superior-ahora retirados-; siempre estuve rodeada de mucha gente, familiares, amigos, fiestas y celebraciones, muy activos en las actividades de la iglesia del pueblo, viajábamos mucho en vacaciones, no nos faltó nunca nada, gracias a Dios, nunca escuché, ni vi que mis papás se gritaran, o se pelearan, y recuerdo que siempre estábamos contentos.

- Cuando tenía 4 años, leí un versículo de la Biblia que no recuerdo cuál fue, exactamente, pero hablaba sobre la falsedad de las imágenes talladas, que a Dios no le agradan porque tienen oídos pero no escuchan, que tienen ojos pero no ven, tal vez fue el Salmo 115, pero no estoy segura, por la forma de la colocación del párrafo que, medio me acuerdo, debió haber sido en el libro de Isaías; el asunto es que, desde ese día, yo entraba al templo católico con temor y, algo en mi corazón, que no sabía qué era en ese entonces, mejor dicho, no sabía Quién era, pues yo era muy pequeña, me impedía arrodillarme o persignarme ante las imágenes y, ahora recuerdo, que cada vez que me topaba con una de ellas, ese párrafo que leí de la Biblia, acompañado de ese temor reverente, venían a mi mente y a mi corazón retumbando fuertemente. Ahora sé muy bien que era Dios mismo actuando y obrando en mi vida.

- A los 16 años, recuerdo que estaba en mi clase de Filosofía en la preparatoria, el profesor hablaba de las diferentes teorías de la vida, lo cual causó un conflicto en mi mente, justo en ese momento. Me puse a pensar y a preguntarme sobre varias cosas y aspectos y, uno de ellos fue: "Entonces, ¿dónde quedaron Adán y Eva?"

En conclusión: Mi decisión de ese momento fue "¿Para qué me complico con estas cosas? Mejor decido que ni Dios existe"... Y... así fue. Tristemente, lo decidí así y, los siguientes casi 11 años los viví sin ningún freno, sin ninguna conciencia moral. Me rodeé de algunos "amigos" que, para mis ojos, eran "muy buenos", muy intelectuales, muy cultos, hablaban de temas interesantes, de "alto nivel" y de "mundo", según yo, personas "sabias" de la vida, pero, eventualmente, influenciada por esas ideas, dejé la carrera universitaria que había iniciado, más tarde regresé a la universidad y estudié tres idiomas para ocupar mi tiempo en algo y alterné con mis estudios en Técnico en Programación de Computadoras.

Tuve muy buenos trabajos y fui muy exitosa y altamente responsable en esa área, pero fui cayendo en cosas vergonzosas e inmorales que degradan y hablan muy mal de una mujer y, lejos de sentirme plena, me sentía demasiado sucia, tan vacía, tan miserable, que no tenía valor, que nadie me quería para algo serio, también sufrí de sobrepeso a partir de la decisión que tomé a cerca de Dios y, en mi completa soledad, me quitaba la máscara de la diversión y de la sonrisa feliz para ver mi triste realidad y mi cruda soledad, al mismo tiempo que derramaba muchas lágrimas desesperadas, llenas de tristeza, de vergüenza, de dolor y frustración, con las ganas de voltear a Dios pero, tan sucia me sentía, tan indigna y en realidad que lo estaba que, creía, literalmente, que Dios me odiaba y con justa razón, y que si moría en ese momento, iría derechito al infierno más rápido que inmediatamente y que muy bien merecido lo tenía... Entonces, si el infierno sería mi destino, ya no tenía nada qué ganar, ni qué perder, entonces, a seguir viviendo la vida con locura y desenfreno, que así, por lo menos me divertía, le daba gusto al gusto y me iría al infierno con ese mismo sentir... ¡Qué dolor, qué bajeza, qué desesperanza y qué tristeza!

- Llegó la celebración de mis 18 años y yo estaba con mis amigos viendo películas de terror en mi casa, bebiendo "socialmente", fumando "socialmente", pasándola dizque "bien", de pronto, vino a visitarme mi amiga Janette y a darme mi regalo de cumpleaños. La invité a la fiesta y ella, muy amablemente, dijo que no, que se quedaría a esperarme acompañando a mis papás, quienes ya eran Cristianos por un poco de tiempo y a quienes nunca les puse atención cuando me hablaban de Cristo, solamente "les daba el avión" y los criticaba por haber abandonado nuestras creencias que los abuelos nos enseñaron; entonces,Janette les hizo compañía en la tienda de abarrotes que tenían en ese tiempo. Pasaron como 4 horas antes de que terminara la celebración y de que yo pudiera ir a mi cuarto y, ¡oh! ¡oh! para mi sorpresa, Janette, todavía, estaba esperándome para darme mi regalo de cumpleaños: Una hermosa tarjeta llena de sus palabras de su corazón y un Nuevo Testamento de bolsillo dedicado especialmente para mi, donde, en su dedicatoria, resaltó que ojalá la Palabra de Dios llegara a ser lámpara a mis pies y luz a mi camino -parafraseando el Salmo 119:105. Le dí las gracias con mucho gusto y una gran sonrisa, pero, en cuanto ella se fue, el Nuevo Testamento lo tiré en el olvido y con un "¡Ay, Janette! ¿No se te pudo ocurrir regalarme otra cosa?"

- Cuando tenía 27 años, por pura gracia de Dios, conocí a quien ahora es mi esposo. Doce años divorciado, quebrantado y vacío interiormente, pero también disfrutando de la vida a su manera, de familia católica y con el anhelo de rehacer su vida. Fue que el panorama de la vida empezó a cambiar para los dos: Por primera vez, alguien se fijó en mi por quien yo era y no por lo que tenía qué ofrecer. Por primera vez, alguien me respetó física y emocionalmente porque el valor que me dio fue el de una verdadera mujer a pesar de que mi vida estaba hecha pedazos, y él se sintió de la misma manera hacia su persona, aunque el temor nos invadía por la diferencia de edades, países y culturas diferentes y su divorcio de matrimonio católico. Los dos, por primera vez, queríamos hacer las cosas bien, pero no sabíamos cómo, los dos teníamos nuestra vida hecha trizas.

Mis papás nos orientaban con la Palabra de Dios, diciéndonos de la nueva vida en Jesucristo pero, no hacíamos mucho caso por no venir de la religión que profesábamos. Además, ¿cómo aceptaríamos a Jesucristo como nuestro Salvador personal solamente por conveniencia de una boda? No, eso no era opción para nosotros.

Cuando fuimos a los sacerdotes católicos, cada uno nos decía algo diferente, sin la Palabra de Dios, ninguno coincidía con sus consejos, antes bien, nos decían que podrían celebrarnos una boda en secreto y que a nadie avisáramos, solamente a los más allegados. Uno de ellos hasta dijo que nos casaría a la media noche para que nadie se diera cuenta. Fueron tres sacerdotes haciendo eso, por una buena suma de dinero. Cuando preguntábamos dónde Dios establecía esas cosas en su Palabra, ninguno nos daba razón, solamente razones humanas y nosotros, por primera vez, deseábamos saber lo que Dios dice.

Así que, desilusionados por el hombre, decidimos hacer las cosas a nuestra manera y planeamos nuestra boda a nuestra manera con fecha para el 20 de Noviembre de 1999.

Yo conocí a mi esposo en Morelia, Mich., México un 24 de Febrero de 1999, cuando él vino de los Estados Unidos de viaje con un grupo de optometristas americanos. Él vino como traductor del idioma. En Junio de ese mismo año, él vino a conocer a mi familia inmediata y extendida y, cuando regresó a los Estados Unidos, yo me fui con él a conocer a su familia y el medio donde él se desarrollaba laboralmente y socialmente para que viera que no me mentía a lo que me había contado sobre él. El 30 de Julio de ese mismo año, sellamos nuestro compromiso con un anillo hermoso que me regaló.

En septiembre regresé a México a recoger mis cosas, a dar las gracias en mi trabajo, a despedirme de mis papás y de mis hermanos. Darío había pedido mi mano, por teléfono desde Cleveland. La boda sería en los Estados Unidos por así facilitar los trámites migratorios de mi estancia en ese país.

El día antes de partir a México, nos detuvimos en un parque a caminar y a tomar fotos y pedimos a una pareja que nos tomara una a los dos juntos. Después de la foto, nos invitaron a leer la Biblia con ellos, esperaban a un grupo de personas para tener un estudio Bíblico en el parque. Personas muy lindas, demasiado amables, muy agradables, pero no accedimos a su invitación con la excusa de que teníamos prisa de ir a comprar regalitos para traer a mi familia a México pues mi viaje sería al día siguiente. Sin embargo, ellos nos dieron su tarjeta y nos invitaron a pasar a visitarlos cuando nosotros gustáramos.

Mi regreso a los Estados Unidos para fines de boda, se programó para el 8 de octubre de 1999. Cuando regresé, en el Aeropuerto Internacional de Chicago O'Hare, las autoridades migratorias me negaron la entrada después de un interrogatorio exhaustivo de tres horas, sin dejarme ver a Dario que había manejado toda la noche para esperarme en ese aeropuerto. Con mucho trabajo y gracias a una trabajadora social que comunicó a Darío lo que pasaba e intervino, me permitieron hacer una llamada de dos minutos para comunicarle que no entraría a los Estados Unidos y que me regresarían a México, le pedí que avisara a mis papás que fueran por mi en el vuelo que ellos ya conocían. Han sido de las horas más largas de mi vida, pues, después de eso, me encerraron bajo llave por 10 horas en un cuarto donde no se me dio agua, ni comida, ni permiso para ir al baño sino hasta después de tanta insistencia.

¿La razón por la que me detuvieron y me regresaron a México? No tenía la visa correcta para casarme en los Estados Unidos, pero cuando investigamos, previamente, sobre todo lo necesario para casarnos y explicando paso por paso lo que deseábamos hacer, el tipo de visa que yo tenía, nadie nos explicó, ni nos dijo que yo necesitaría otro tipo de visa.

Como sea que hayan sido las cosas, con el paso del tiempo y aunque fue una experiencia nada agradable para nosotros, pues tuvimos qué cancelar la boda, ya habíamos pagado la luna de miel y no hubo reembolso, aunque fue muy quebrantador para nosotros, muy doloroso, ilusiones rotas, fueron muchas lágrimas, frustraciones, y hasta llevamos el caso hasta Derechos Humanos por la injusticia cometida, por información mal dada a nosotros, y la lista de detalles era grande que parecían en contra de nosotros, comprendimos y sabemos que esa situación la usó Dios para bien, para humillarnos y quebrantar nuestros corazones y que pudiéramos darnos cuenta, sinceramente y no por conveniencia, de que lo necesitábamos a Él y, entonces, rendirnos a Él, a Su manera, escrita en Su Palabra, aceptándoLe como nuestro único y suficiente Salvador. Rom 8:28 " Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."

Después de la situación en Chicago y la cancelación de la boda, Darío llamó a las dos personas que encontramos en el parque y a quienes habiamos pedido que nos tomaran una foto, ellos fueron los que fueron usados para empezar a hablarle de Cristo, de Su amor y poder transformador a Darío, pues los recordamos y Darío los llamó para hablar con ellos y pedir su ayuda y consejo. Mientras que a mi, mi papá, mi mamá, su pastor y su esposa, me mostraban lo mismo.

En lo personal, Dios usó porciones del capítulo de Romanos 7:14-20 para convencerme de que yo no podía sola y que Lo necesitaba a Él: "...mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago... no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí."

Darío y yo aceptamos a Jesucristo, como nuestro Salvador personal, el mismo día, en casa de mis papás, en Morelia, Mich., México, en un viaje especial que él hizo movido por la depresión tan grande que ambos teníamos, la luna de miel que ya estaba pagada y sin reembolso, la aprovechamos para hablar, pensar, reflexionar, llorar, desahogar y decidir qué haríamos. Él ya venía preparado y convencido de que necesitaba a Cristo, gracias a aquella pareja que Dios puso en el parque porque sabía que la necesitaríamos para llevar a Darío a Sus preciosos pies de Cristo.

Mi mamá invitó a su pastor de ese tiempo, a toda su familia, hizo una cena como de Navidad, y ahi, los dos nos entregamos a Cristo, sinceramente. Fue muy bonito, algo muy especial que no olvidaremos jamás.

Para mis papás fue uno de los días más felices de su vida pues habían pasado días y noches enteras, postrados en sus rodillas, derramando lágrimas y su corazón, por años, orando por mi , y eventualmente, por nuestra salvación.

Dos años después, ya viviendo en los Estados Unidos, en Junio del 2001, cuando Dios me habló al corazón para bautizarme, me hicieron preguntas sobre mi salvación en la Iglesia Bautista de Cleveland (Cleveland Baptist Church) tuve qué recordar fechas y detalles que me llevaron a darme cuenta de que Darío y yo no nos casamos el 20 de Noviembre de 1999 como lo habíamos planeado originalmente, pero que sí sucedió lo más grande de nuestras vidas y que nuestra boda: Jesucristo entró a nuestras vidas y corazones para empezar a hacer limpieza profunda en nuestras vidas, para transformarlas, para moldearlas, ordenarlas, a sanar las heridas, a darles sentido y a darles propósito con valor eterno.

Nos casamos 3 meses después de nuestra salvación, el 25 de Febrero del 2000, al año y un día después de habernos conocido... Pero esa... es otra historia del poder real de Dios en nuestras vidas.

¡A DIOS SEA TODA LA GLORIA!

Si deseas hacerme preguntas o contactarme, puedes hacerlo escribiéndome a lolis.transformada@outlook.com


 
 
 

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